AVENTURAS DE UN HOMBRE AFORTUNADO

jueves, 30 de agosto de 2007

AMERICA.


ROAD TRIP 2005-2007
(San Francisco - Buenos Aires)

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50.000 kilometros, 23 meses, 17 fronteras, 750 buceos, 32 tortillas de patata, 77 speguetis bolognessa, 287 pollos con arroz, 45 camas, 415 cervezas, 3418 canciones, 23 mordidas,
2 noches en la carcel, 21 rancheritas,1 marmitaco, 3 pares de chanclas, 3401 sonrisas, 1 sandwich club, 7 empleos...2 amigos y una furgoneta de 1986. Nuetra van: la "Tali-Van".





















El Inicio de un Sueño.

Desde niño pensé en dar la vuelta al mundo. Muchos lo hacemos. Soñaba con cruzar desiertos subido a lomos de un dromedario saharaui, me imaginaba comprando especias en algún mercado marroquí, avistando el lomo de una ballena jorobada desde un barco pirata…era mi propio protagonista en sueños tropicales en la polinesia, durmiendo en cabañas de bambú en Tailandia o corriendo detrás de locomotoras de vapor en Londres.

Con el paso del tiempo empecé a viajar, a conocer otras realidades, otros olores, otros sabores….y comprendí que todo aquello que soñaba de pequeño no era más que una realidad que corría paralela a mí y que podía ser descubierta. Una realidad que se destapaba ahí mismo en el firmamento, y que la podemos tocar con los dedos si estiramos bien los brazos.

Comencé a leer a los grandes: a Julio Verne, a Kerouak, a Homero…y todos estos viajeros visionarios no hicieron más que engordar mi ilusión por vivir una propia Odisea, mi Calypso, mi Camino. Indudablemente era el momento de ponerse On The Road.

Lo primero era buscar una ruta. Soñarla, pensarla, darle forma. Esta vez mi imaginación iba más allá de dromedarios y elefantes. Esta vez mi cabeza tenía la imagen adolescente de carreteras californianas. La Road One. La ventanilla de una antigua Volkswagen abierta mientras Fortunate Son de “la Creedence” suena bien alto en el estéreo. Ver como las olas del Pacífico rompen en los acantilados, trazar los bordes de las curvas del Big Sur, hipnotizarse con los neones de Los Angeles, estacionar en doble fila en Sunset Boulevard…ahí tenía que empezar mi aventura, en California.

Ahora había que pensar el medio de transporte. Una furgoneta. La idea de la furgoneta me gustaba. Ir con la casa a cuestas, como los caracoles. Un nómada de la carretera. La capacidad de amanecer cada mañana en una playa diferente y ver cada noche estrellas desde distintos horizontes me proporcionaba un sentimiento de libertad tan agradable que merecía la pena perseguir su rastro.

Sólo quedaba una cosa más. La más importante. Y la más delicada. Un compañero. Alguien con quien compartir un sueño. ¿De verdad haría falta un compañero? Por supuesto que no, pero esas cosas no se eligen, esas cosas las trae el viento. Y el viento esta vez me regaló a Javi, mi compañero del alma.

Los planes de viaje eran comprar la furgoneta en San Francisco. Bajar por la costa pacífica hasta Puerto Escondido (México) y cruzar al caribe. Combinar el surf y el buceo era una idea poderosa que nos rondaba la cabeza. Incluso la opción de hacernos instructores de diving y poder trabajar por el camino dándonos la oportunidad de conocer el mundo submarino en los diferentes continentes era algo que empezaba a abrirse hueco en los planes. Una vez estudiado el recorrido por el este y el oeste del continente americano, acordamos establecer como último punto en este continente Isla Magdalena, en la Patagonia Chilena. Donde acabaría nuestro primer asalto.
De ahí iríamos a Australia, en barco. Exprimiríamos nuestra cabeza para encontrar el modo de embarcar nuestra Volkswagen y llevarla con nosotros allá donde fuésemos; subiríamos por Oceanía al Sudeste Asiático, tocar la India y embarcar a Sudáfrica, Mozambique, Madagascar…recorrer el Massai Mara y subir por el oeste africano hasta la Europa andalusí.
Es posible que los medios de transporte cambiasen. El dinero se agotaría, las fuerzas flaquearían; pero la mirada siempre tendría que mirar al frente, y el equipo permanecer unido, eso era los más importante.
Dicen que no es bueno hacer tantos planes. Que hay que improvisar. Pero en un viaje de esta envergadura hace falta tener siempre un destino, un objetivo, un paso adelante, una frontera más que cruzar. Igual que en la vida. Para no estancarse.

El 7 de Octubre del 2005 todo estaba listo. Los billetes a San Francisco nos quemaban en el bolsillo. Los macutos armados. La familia dando los consejos finales como el entrenador que da las últimas instrucciones al púgil antes de saltar al cuadrilátero. El corazón en un puño, y los bolsillos cargados de sueños e ilusiones. Sólo un billete de ida; y por delante, veintitrés años de sueños que por fin iban a cobrar vida. Una vez en el avión todo da comienzo: ya no hay vuelta atrás. Adelante.

Poco a poco veremos en que se convierte este periplo alrededor del mundo. Consejos, trucos, artimañas…en definitiva: aventuras. Historias de dos viajeros que surcan las carreteras en búsqueda de recuerdos, experiencias y cultura.

De pequeños muchos soñamos con lugares alucinantes.
En nuestras manos esta convertirlos en realidad o en un simple disparate.



cALLEJON DE HAMELL. LA HABANA.



















iSLA gRANDE . bRASIL







martes, 28 de agosto de 2007

Alvaro Buenaventura

SUDAMERICA.


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ON THE ROAD.

ROUTE 1O1 - CALIFORNIA
























SHAMUK CHAMPEI - NORTE DE GUATEMALA


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El Comienzo de la Aventura. Casa y coche, por favor.

Dar la vuelta al Mundo en una furgoneta no es cosa fácil. Sobretodo si tenemos en cuenta lo pequeña que es una furgoneta y lo grande que es el mundo.

Lo primero que se debe hacer es escoger bien el lugar de compra. Las facilidades de pago, los permisos, ventajas e inconvenientes de la matrícula de origen, la ruta, y sobretodo, la oferta.

De todos los sitios rastreados al planear el punto de inicio del viaje, mi compañero y yo encontramos que EE.UU posee uno de los mercados de vehículos de segunda mano más grandes del mundo. La gente cambia de auto constantemente y por ello los precios son asequibles. Además, los estadounidenses cuidan muy bien sus coches. Son tradicionalmente presumidos a la hora de pasear sus automóviles, por ello su mantenimiento es sobresaliente.

Aparte de esto, hoy día podemos aprovechar nuestros euros al comprar en dólares, además la burocracia yanki es rápida y efectiva; y aunque viajar con matricula estadounidense tiene sus inconvenientes, también tiene sus ventajas. Todo señala que la tierra prometida será el punto de origen de esta aventura.

Nuestra ruta en el continente americano va desde San Francisco (California) hasta la Patagonia Chilena. Son muchos kilómetros al volante, unos cuantos puertos de montaña, lluvias, polvo, barro… por ello necesitaremos una maquina resistente, de bajo consumo y con recambios accesibles. Entre todas las opciones descubiertas en http://www.autotrader.com/ (la página web más completa que encontramos al respecto), la casa Volkswagen era la que más garantías nos daba. (Estos alemanes no saben mucho de rumba y “cha-cha-cha”, pero de motores, saben un rato.) Además, un motor alemán era un seguro de durabilidad y de calidad. Por ello nos decantamos por la que hoy surca el asfalto a nuestro lado: Una Volkswagen Vanagon del 86. Plateada, cuatro válvulas, 68 caballos y muchos, muchos kilómetros por delante.

La compra fue sorprendentemente sencilla. Contactamos con el chico que anunciaba su furgoneta en autotrader; Will Tamen. Quedamos con él en el centro financiero de S.Francisco y nos dirigimos a su casa, en Lafayette. Allí estaba ella, cubierta con un manto gris que la protegía. Lentamente Will la descubrió como quien muestra su tesoro más preciado.
-Ahí la tenéis chicos. El amor de mi vida.
Al verla, Javier y yo nos miramos y desde el primer momento supimos que era la elegida. Ella era la tercera en el grupo.
La miramos, la rodamos, pusimos cara de auténticos expertos en furgonetas y negábamos con la cabeza al ver algún cable pelado en el motor….en seguida los 2.400 dólares que pedía Will por su tesoro se transformaron en 1.900, y el gato hidráulico de regalo. Era un auténtico disparate pagar esa cantidad de dinero. Uno de tantos disparates yankis. Estábamos comprando por unos 1700 euros no sólo un coche, sino también una casa. Era un precio muy bajo por la compra de un sueño.

La transacción fue hecha en el salón de su casa. Limpia, rápida. Papeleo, permisos, pago….todo. Sólo fue necesario ir a tráfico a la mañana siguiente a entregar los papeles y listo. Sin colas, ni ventanillas, ni vuelva usted mañana….sólo el retrato de Arnold Swhetzenagger sonriéndonos desde la pared. Sueños de California. En sólo 4 días ya teníamos medio de transporte, y mientras cruzábamos el Golden Gate en nuestra nueva compañera al compás de “Fortunate Son”, el día 11 de Octubre del 2005 se transformó en uno de los días más felices de mi vida. El inicio del sueño ya estaba cumplido, ahora sólo había que darle forma.

Lo primero que había que hacer era personalizarla. “Tunearla. Dentro de todo aquel caparazón plateado debía de conseguirse el suficiente espacio para crear una cama para dos adultos, armarios, fogones, nevera y una pegatina de Penélope…por supuesto. Debíamos meter en su interior todo lo necesario para ser totalmente “autosuficientes”, y nunca mejor dicho.
Quitamos sillones, fabricamos cajas, baúles, altavoces…y una vez lista, nos dirigimos a los almacenes REI, donde todo campista encuentra su sitio. Hicimos una lista con todo lo necesario: mesa plegable, farol de gasolina, cooler , fogones, mosquitera, mapa, belcros, cortinas y un buen machete. Por todo gastamos unos 200 dólares. Pero la inversión fue buena; la marca Coleman se convirtió en nuestra mejor amiga en las noches de camping, y a la luz de su farol, y al calor de su fogón, empezaría nuestra travesía por la Autopista del Pacífico: la Road 1.



BARRIO KUNA. COLON - PANAMA


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ALVARINHO AROUND THE WORLD.

CASTILLO DE LAYOS. TOLEDO. ESPANHA.
























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(Los Cuatro Meagnificos) TRINIDAD - CUBA
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DESIERTO DE MANCORA. PERU.




















Pacific Highway. Road 1.
Curvas, olas y Rock´n´roll.

La U.S 101 comenzó a construirse en 1927. Era la autopista encargada de atravesar el Estado de California de norte a sur; de unir los Estados Unidos de América con México. Sus largas rectas y sus atrevidos paisajes atravesarían algunas de las ciudades más cinematográficas del territorio yanki. San Francisco, Los Ángeles, Santa Bárbara, Santa Cruz, San Diego…la U.S 101 se dibuja en el mapa como línea de unión entre las olas salvajes del pacífico y el libertinaje de Tijuana, pasando por el glamour de las estrelladas colinas de Beverly Hills.

Nuestro punto de salida era San Francisco. Fue difícil abandonar esta ciudad. Sus puentes, sus cuestas vertiginosas, su callejeo destartalado y su rock´n´roll psicodélico, hacen de ella una de las ciudades más golosas entre los lugares urbanos que un jóven con ganas de historias y aventuras puede visitar. San Francisco es una de esas ciudades en las que ocurren cosas. Muchas cosas. Sientes la energía de millones de caminos converger. Sus barrios, sus torres, los locos vagabundos que pasean sin mirar, las viejas tiendas de vinilos con posters de la “Greatfull Dead” colgados… sin duda se puede decir que San Francisco tiene alma. Pasamos varios días recorriendo sus calles, curioseando sus bares y paseando sus parques. Cruzamos a Sausolito en bicicleta por el Golden Gate, dormimos una fabulosa siesta española en el rincón asiático del Golden Gate Park, vimos una de Hitchcock en 3 dimensiones en un cine de Castro, y en el barrio de Height compramos nuestros primeros discos para el viaje en la carretera: Bob Dylan, el “Love Supreme” de John Coltrane, y el concierto en directo de Phish. Después de ese momento, ya nadie nos podía detener.

El 21 de octubre Javier y yo conseguimos abandonar San Francisco, y previa parada en el Parque Nacional de Yosemite, pusimos rumbo al sur por la 101 en busca de olas y naturaleza. Por fin. A la derecha se extendía el inmenso color azul del Pacífico; a la izquierda: valles, montes y hamburgueserías de carretera; y por delante: xxxxx kilómetros hasta la frontera con Tijuana. El roadtrip acababa de dar comienzo.

California es el sitio perfecto para viajar sobre cuatro ruedas. Kilómetros de carretera sin peajes, cientos de “R.V Parks” donde asearse y pasar la noche por unos pocos dólares, y docenas de furgoneteros que surcan el asfalto con quién compartir consejos, rutas y buenas conversaciones. A medida que vas bajando, las olas se hacen más grandes, y los nombres de playas míticas se van abriendo hueco en los mapas; así que nuestro principal objetivo era hacernos con un par de buenas tablas de surf. Sin duda el mejor sitio era Santa Cruz. Y así fue. Allí nos compramos nuestras nuevas compañeras: dos tablas de surf de segunda mano que junto con los trajes de neopreno de 5mm se convertirían en cómplices de nuestros primeros capítulos del surfing californiano.

Mavericks fue el punto álgido. La ola más codiciada del Pacífico. Una playa de roca caliza que se abre entre Frisco y Santa Cruz. Mareas que traen olas de hasta 6 metros de altura. El agua fría y negra, y en sus profundidades familias de tiburones blancos que dejan asomar sus aletas dorsales de cuando en cuando.
No había opción, había que mojarse. No cabía la posibilidad de estar allí y no intentar cabalgar una de esas impresionantes espirales de agua. Así que después de una costosa y estudiada entrada en el agua, estos dos mozos de secano desafiaron al Azul en una épica remada que acabó con una tabla hecha trizas y una brecha de 6 puntos en la cabeza de mi compañero. El mar nunca volvió a ser el mismo para nosotros. Ahora el plan era llevar casco.

Nuestra experiencia en Mavericks nos llevó a refugiarnos por unos días en pueblos y ciudades con semáforos donde Madrid nos había enseñado a desenvolvernos con soltura. Nos hicimos pasar por campesinos en la feria de ganadería de San Luis Obispo, pasamos la noche de Halloween entre miles de estudiantes disfrazados en Santa Bárbara, disfrutamos de deliciosos costillares en Half Moon Bay y poco a poco nos volvimos a adentrar en el deslizamiento por las olas del pacífico. Esta vez con más cabeza y paciencia, y por supuesto, con casco. Pismo Beach fue un buen punto de partida para harmonizarnos de nuevo con el mar. Y fue todo un éxito.

Pronto la carretera nos llevó hasta la ciudad Los Ángeles. Ciudad de estrellas y raperos. Mansiones y ghettos. Día y noche. Eran pocas las cosas que sabía de esta ciudad aparte de lo que había visto en las películas. Y después de pasar unos días recorriendo sus rincones, descubrí que no hay más que eso, lo que sale en las películas. Puro y duro Hollywood. Beverly Hills con sus verjas electrificadas, el Bulevard de “las estrellas” con las huellas que marcan la eternidad de la fama de unos pocos, y kilómetros y kilómetros de calles sin plazas ni terrazas. Sólo en Venice Beach conseguimos saborear el auténtico carnaval americano. Un paseo marítimo lleno de artesanos y patinadores que hacen sonar su arte a ritmo de Jimmy Hendrix. Un verdadero folklore de barras y estrellas. Veteranos del Vietnam que venden viejos recuerdos, vagabundos haciendo Tai Chi a las orillas de Malibú, megáfonos, cuenta cuentos…una parada obligatoria en el recorrido por la Road 1.

Es cierto que la topografía californiana es un sitio formidable para viajar en furgoneta. La región de los vinos, las curvas del Big Sur, sus atardeceres…todo está hecho para el disfrute de los sentidos al volante, pero enseguida se apoderó de nosotros la necesidad de avanzar y de conocer nuevos horizontes. Así que después de pasar unas semanas disfrutando de la saludable vida al aire libre en San Diego, y depurando nuestra técnica del surfing en la playa de Swamis y La Jolla, estos dos viajeros decidimos dar el gran salto y cruzar nuestra primera frontera. Una línea, una aduana…un espacio vacío de tierra que divide el sueño americano con la realidad mexicana. La frontera más vigilada del Planeta. San Diego-Tijuana. Apenas unos metros de asfalto que separan la promesa de una vida mejor con el luchar de una sociedad de sangre latina.

Subidos en nuestra Volkswagen, la frontera entre EEUU y México suponía para nosotros no sólo esto, sino la primera de tantas y tantas ventanillas aduaneras con las que nos tendríamos que enfrentar en el camino, y que mas que otra cosa, daría dinamismo y fuerza a nuestro recorrido. Pero eso es toda otra historia!