No sé si alguna vez os ha tocado despediros de un lugar en el mundo. Y me refiero a un lugar que haya significado una parte importante en vuestras vidas. Un espacio lo suficientemente importante en vuestro desarrollo vital que tuviese un hueco obligado en la biografía de vuestras vidas puesto que sin su mención, nada tendría sentido. Habría un lapso, un hueco por el cual no se entendería ni lo de antes, ni lo de después.
Mi vida por ejemplo no podría explicarse sin la casa de mis abuelos; donde pasaba fiestas y veranos rodeado de bicicletas, lagartijas y albaricoques. Tenía un enorme jardín. Y un perro. Y primas, y abuelos, y amigos, y gritos, y lloros, y el tour de francia, y el abuelo con la manguera...sin duda mi juventud hubiese sido otra si en mi infancia no hubiese existido aquella casa. Y un día tuvimos que decirle adiós.
Es difícil explicar el sentimiento que recorre el cuerpo cuando te despides de un lugar así. Es como despedirse de alguien con un "hasta siempre". Es un trocito de tí que se va, que se arrincona en la estantería de los recuerdos, y aunque perdura la imagen, muere el contacto. Es materialismo en su espectro más desgarrador.
Hace una semana me despedí de Tambuzi. Y aun no lo he superado.
La isla sigue allí, y el proyecto continúa, pero la próxima vez que vuelva ya no será una isla, será un hotel. Un hotel maravilloso, por cierto. Pero sujeto a un nuevo ritmo: a caminos con velas, a clientes con maletas, a barcos de motor, a risas, gin tonics, mosquiteras, cisternas.....ya nada será como hasta ahora. Se acabarán las noches con linternas, las cocinas de carbón, las duchas con cazuelas, el parchís, las siestas, los dohws, las mashuas, las connversaciones imposibles para cambiar arroz por langosta....y eso significará que todo el empeño y el esfuerzo de la gente que ha trabajado allí durante años, ha dado su fruto. El sueño por fin se habrá convertido en realidad y el Lodge de Tambuzi Island por fin estará habitable. Sin duda, un paraíso en la tierra.
Pero de lo que yo me despedí el otro día no es de eso. Me despedí de mis 9 meses de convivencia con Jose y una tribu moaní de pescadores, 36 semanas de duro trabajo, de una malaria, de dos picaduras de escorpión, de incontables conversaciones bajo el mar, otros tantos silencios en la playa, buhos, cangrejos,tiburones...un sinfín de sentimientos que han hecho que mi estancia en Tambuzi Island sea un capítulo obligado en la redacción de mis recuerdos. Un auténtico purgatorio entre pasado y futuro que me ha dado perspectiva para afrontar de nuevo mis quehaceres primermundistas en europa.
No sé cuándo volveré; pero lo que me llevo guardado en el corazón de esta etapa en Tambuzi island, sin duda ha superado todas mis expectativas.
Nos vemos en ibiza.
Unbeso.
alvaro.